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domingo, 3 de junio de 2012

Y así es como un sueño empieza a cumplirse.

Si quisiera contar esta historia desde el principio, empezaría a hablaros del 12 de junio del 2011, y de cómo empecé y terminé mi selectividad. Pero voy a ahorrarme detalles innecesarios, porque el verdadero comienzo de este sueño fue exactamente el 14 de septiembre. Una ciudad nueva y prácticamente desconocida se iba a convertir en (por suerte) mi segundo hogar. Y un aula más grande de lo que esperaba y más calurosa de lo que todos necesitamos, más aún.

Me encontraba en medio de mucha, quizá demasiada gente. Todos con una sonrisa en la cara, nerviosos, ansiosos por comenzar este nuevo camino (estoy segura que unos más que otros). Es difícil explicar con palabras lo que se siente los primeros días de clase en la universidad. Es una mezcla entre incredibilidad por el hecho de que ya haya llegado el momento, y miedo de no saber si has elegido el camino correcto. En mi caso, a los pocos días estaba convencidísima de que si es cierto eso de que cada persona nace con un destino escrito, el mío estaba ahí: rodeada de esos profesores, de esos compañeros y de miles de folios.

Pronto descubrí que quizá iba a resultar más complicado de lo que me habían dicho (sí, más aún), y no mucho más tarde empecé a odiarme por haber nacido con la convicción de que servía para el Derecho. Cuanto más me adentraba en mi maravillosa carrera, más miedo me daba y menos entendía lo que estudiaba. Por suerte, pasado el agobio del primer mes, supe que realmente sí que era mi camino, pero que éste no era de rosas.

Quizá uno de los regalos más grandes que no he sabido ver han sido mis profesores. Porque, por mucho que digan, el Derecho Romano puede resultar la cosa más interesante del mundo si tu profesor es J. R. R.; no intentes desconectar en clase, porque es algo prácticamente imposible. Te hace vivirla en primera persona, reírte a más no poder con sus dibujos y sus símiles, y descubres que, al contrario de lo que puedas haber escuchado en boca ajena, Roma está en todas partes y le debemos más de lo que pensamos. En el otro extremo de las clases amenas, quizá podría situar al Derecho Internacional y a E. M. R. (opinión tal vez demasiado personal, pero no puedo decir otra cosa). El desorden tiene nombre propio y yo he tenido la suerte de tenerla de profesora... Aunque, siendo realistas, cambiaría todo mi orden por tener la tercera parte de conocimientos que esta mujer. Hablando de mujeres, he de admitir que desde la primera clase de Derecho Civil con B. A., tengo muy claro que yo de mayor quiero ser como ella. Aunque claro, si de Derecho Civil se trata (ya sea I, II, III o todos los que le venga en gana venir a explicarme)... yo me declaro fan de mi querido M. H. A. Doy gracias a quien hizo que le diera clase al grupo V, porque creo que no puede haber mejor profesor para mí que él; y es que, la mejor fórmula para que logre no pestañear durante una hora y media, es sin duda ponérmelo delante hablando de lo que más me gusta del mundo con su peculiar toque de humor que me encanta. Y otra cosa que me encanta son los profesores que acostumbran a no venir a clase sin avisar, a invitarnos a miles de conferencias aún a sabiendas de que no vamos a ir, y que se porten tan genial en el examen. Sí, por supuesto que estoy hablando de Teoría del Derecho y de nuestra  no-senadora T. V. No hizo falta hacerle contracampaña, pero si hubiera sido necesario, todos habríamos estado de acuerdo (quizá por única vez en todo el curso) sólo para no volver a ver más al protagonista del hastag más famoso de toda la clase (#MiProfeSustitutoDeTeoriaDelDerecho). Sin duda, ella es lo mejor que nos pasó el primer cuatrimestre, porque nos hizo fácil lo difícil. Y en el reverso de esta moneda, hemos comprobado que lo que a priori puede parecer fácil, se vuelve difícil a la primera de cambio: Historia del Derecho. Encontrar la respuesta correcta puede parecer fácil, pero cuando tienes que buscarla en una torre de folios kilométrica... se convierte en toda una hazaña. Aunque para hazañas las de D. P. G. en Derecho Constitucional I. El inconformismo hecho hombre trató de abrir nuestras cabecitas pensantes intercalando clases de teoría con miles de historietas personales a las que no le faltaban risas en modo de aplausos cuando concluían. Anécdotas que no teníamos con su compañero de materia y gran maestro don A. G., que renunció a una plaza en el Tribunal Constitucional por enseñar toda su sabiduría a proyectos de juristas que en la mayoría de ocasiones no supimos valorar lo que teníamos delante. Todo lo contrario que este segundo cuatrimestre, en el que las clases de Derecho Constitucional II se han convertido en una sala de informática en la que todo el mundo atiende y toma apuntes cuando el profesor se ciñe a la materia, pero al mismo tiempo navegan por infinitas páginas web cuando A. M. habla del tema que más le gusta del mundo: el Rey. Y para rey, el profesor de Economía para juristas, que se ha ganado nuestra simpatía haciéndonos creer que somos su clase favorita de entre todas las que ha dado a lo largo se su vida, porque "no me digáis que esto de la Economía no es interesante". Lo que también es interesante sería saber quién tuvo la maravillosa idea de poner Inglés para juristas en 1º de carrera, aunque quizá mereció la pena sólo por conocer al buenazo de M. A., por descubrir que no todos los licenciados en filología inglesa tienen una pronunciación decente gracias a I. A., y por supuesto, aumentar más en nosotros el tópico de los ingleses por medio de nuestra nativa. Pasando de lo inútil a lo útil, he de admitir que nos espera por delante es un gran futuro como juristas si aprovechamos las clases de Derecho Penal con la que dicen que es la profesora más estricta de toda la facultad en su materia. La disciplina, exigencia y elegancia en persona. No hay punto intermedio: o la admiras o la odias... por suerte aún me encuentro dentro del primer grupo. Y para grupos, los colores y las preferencias. Porque estar tirados en un pasillo cuatro horas y media esperando para hacer un examen oral sólo porque al señor magistrado don F. C. R. se le ocurriera dejarnos para los últimos en nuestra primera toma de contacto con el Derecho Procesal.... es algo que vas a llevar contigo debajo de tu toga toda la vida.

Lo mejor de escribir y volver a recordar todo esto, es saber que hay gente que al recordarlo, sonríe tanto como tú. Y, aún mejor es saber que esto no ha hecho más que empezar. Que todavía nos quedan tres (esperemos que sólo tres) largos años más de anécdotas, risas, agobios, peleas y situaciones incómodas juntos. Porque saltarte una clase para ir a estudiar a la biblioteca de la facultad y descubrir que allí hay más compañeros tuyos que en el aula... no tiene precio. Igual que tampoco lo tiene el madrugar para pasar todo el día en Murcia junto a unos compañeros que te van a hacer la contra en todas las ideas que aportes para el trabajo en grupo... pero que finalmente sabes que se van a rendir y te saldrás con la tuya.
Aunque sin duda, el cambio más grande ha sido el de horarios. Aprender a estudiar por las mañanas y dar clase por las tardes es un trabajo complicado. Sobre todo cuando sales de la universidad de estudiar un viernes a las 9 de la noche y te encuentras con un ambientazo de infarto por el centro de Murcia.

Pero, oye... todo esto no son más que gajes del oficio. Gajes que no cambiaría por nada del mundo.
Y así, justamente así, es como empieza a cumplirse un sueño. El sueño de esta pequeña pre-jurista incansable, que insiste en imaginar un mundo más justo, y que luchará todos los días y todas las noches del resto de su vida, para dedicarse a lo que más le gusta del mundo.




* Únicamente aparecen las iniciales de los profesores para su mayor seguridad.

1 comentario:

  1. CHAPÓ niña! :)
    Que esta ilusión y estas ganas no decaigan nunca.
    Besitos (L)

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