Sígueme si quieres, pero recuerda que yo tampoco sé el camino...

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lunes, 26 de septiembre de 2011

A tu lado todo se me olvida.




27 / Septiembre / 2010
Hoy, no sólo has llegado a mi clase, sino también a mi VIDA. Nunca antes me había pasado esto. Al verte, he tenido el presentimiento de que hoy era el primer día de una bonita amistad. Hemos hablado sólo 2 horas y ya parece que te conozca de toda la vida. Me has contado tus amores y desamores, tus problemas, tus inquietudes durante minutos que me han parecido segundos. Y es que me encanta escuchar, me encanta escucharte.

No sé, te conozco desde hace unas escasas horas, pero me gustaría que te convirtieras en mi amiga. Me encantó mi clase desde el primer día, pero sentía que me faltaba algo, que la clase estaba incompleta... claro, faltabas .

Acabo de llegar a mi casa y estoy muy feliz. Tengo muchas ganas de que llegue mañana y volver a verte, volver a encontrarme con tus ojos que me miran fijamente mientras sonríes.



Parece mentira, pero ya hace un año desde este momento. Aún sigo sintiendo un cosquilleo difícil de explicar cuando me acuerdo de cómo te conocí y de todo lo que me transmitiste en a penas unas horas. 
Por mucho que lo intento, soy incapaz de encontrar las palabras exactas para definir cómo me hacías sentir los primeros días y de la conexión tan fuerte que experimenté al verte. Has sido muy importante para mí en este último curso, y tú lo sabes mejor que nadie. Eres una persona de esas que a penas quedan, de las que brillan con luz propia y hacen que tengas que sonreír aunque no tengas ganas.
¿Sabes? No es fácil que alguien consiga emocionarme con palabras, pero tú lo has conseguido siempre que te lo has propuesto. Fuiste la primera persona que me felicitó por mis 18 años, y también la primera persona en hacerme llorar siendo mayor de edad. 
Dicen que en la vida nada ocurre por casualidad, y cuando me contaste lo que te costó entrar al instituto me di cuenta de que es cierto. Alguien quería que nos conociéramos, que tú formaras parte de mi vida y yo de la tuya. Gracias por endulzarme las mañanas.
Tienes la habilidad de hacer que se me olviden los problemas cuando estoy contigo, y sólo tenga ganas de reír, reír hasta que me duela la mandíbula. Porque contigo todo es más fácil.
Recuerdo cuando estaba tranquilamente en mi casa y mi móvil empezaba a vibrar, veía que en la pantalla ponía "María Padre" y mi cara dibujaba una sonrisa perfecta. Hablabamos sin parar, nos contábamos de todo, hasta que de fondo se oía a tu padre decir que colgaras, a lo que tú contestabas "pero si acabo de llamar...". Los días que faltaba a clase y justo después de comer me decías "hoy te he echado de menos, pequeña Mary Mosby" con tu voz de niña pequeña que tanto me gusta. Las tardes en la biblioteca, que fueron pocas, pero intensas, en las que a penas estudiábamos.
Has sabido cómo ganarme, compartiendo mis gustos, escuchándome cuando más lo necesitaba. Fuiste la única persona que lloró conmigo el adiós de Ángel Martín y el fin de toda una era. De hecho, en una semana me acompañarás a cumplir un sueño. Me encantaba llegar a clase a las 8 de la mañana, que me recibieras con una canción de Bustamante (de quien, por cierto, tenemos un concierto pentiente) mientras te decía que por favor no estropearas una canción tan bonita y tú me pegabas fingiendo que te enfadabas.

Lo mejor de todo es saber que esto no acaba aquí, ni mucho menos. Recordaré todos los 27 de septiembre del resto de mi vida como el día en el que María Olmos Garre entró en mi vida, te lo prometo. Al igual que te prometo seguir sintiendo ese cosquilleo cada vez que te vea...



Recuperar las ganas locas.

Volver a ilusionarme con alguien hasta el punto de no querer que nadie se entere, que sea un secreto entre los dos, por el momento. Que cuando hable con él no se me quite la sonrisa de la cara, y que mis ojos brillen tanto que la luz del Sol sea innecesaria. Sentir otra vez ese cosquilleo de que es posible, y hacer todo lo que esté en mi mano para conseguirlo. No ponerle escudos a mi corazón, dejar que se mueva a sus anchas y que sienta al máximo. Quedarme hipnotizada en sus ojos y saber que en ese preciso momento, nuestros corazón laten al unísono.
Tener algo por lo que despertarme con una sonrisa de oreja a oreja todos los días, y que en el transcurro del día no se agote, que me dure hasta la hora de dormir...

lunes, 19 de septiembre de 2011

Quédate conmigo y me orientas...


Déjame ser tu paracaídas...


Sólo quiero hacerte saber, amiga, estés donde estés que si te falta el aliento yo te lo daré. Si te sientes sola, háblame, que te estaré escuchando aunque no te pueda ver...


Con el tiempo, te das cuenta de qué personas merecen seguir en tu vida y quienes no. Por quién vale la pena jugarse todo y quien no se merece ni un segundo de tu tiempo. Y cuando encuentras a una de las personas del primer grupo, no quieres que se aleje nunca de ti. Pero a veces llega el momento de las despedidas, temporales, sí, pero no por ello menos dolorosas. Porque la vida es un camino que se compone de pequeños tramos, y no todos los vives con las mismas personas a tu alrededor. En ocasiones tienes que alejarte de los que más quieres para poder seguir tu propio camino independiente, para hacer lo que realmente te gusta con tu vida... al menos por el momento. Entonces es cuando llega lo peor, el momento de despedirte de aquellos que te han acompañado tanto tiempo.

Si nunca me han gustado las despedidas, tratándose de ti puedo llegar a odiarlas. Pero el momento se acerca, cada vez queda menos para ese "hasta luego". Creo que es el hasta luego más duro que voy a decir en mucho tiempo. Pero obviamente es lo que toca, así que habrá que afrontarlo de la mejor manera posible. Sería muy fácil decirte que no quiero que te vayas, que la vida es mejor contigo aquí y que te voy a echar de menos cada día que no te vea, pero este pequeño tramo nos toca recorrerlo separadas. Te deseo toda la suerte del mundo.

Gracias por aparecer en mi vida, por llenarmela de sonrisas y buenos momentos. Gracias por dejarme formar parte de la tuya, por confiar en mí y ser un apoyo de los más grandes que tengo.

Me quedo con la ilusión de saber que cuando estés perdida por Madrid y de casualidad escuches alguna canción de Bustamante, sonreirás acordándote de mí.


Hasta pronto, amiga, te quiero.





lunes, 12 de septiembre de 2011

Cuando empieza lo mejor

Ha llegado el momento. Eso que llevo esperando desde niña. Sí, voy a empezar la universidad, y las ganas invaden cada uno de los poros de mi piel. Va a ser un cambio de vida total, ciudad diferente, horarios diferentes, compañeros diferentes... 
Al fin voy a encaminar mi vida por lo que más me gusta. Voy a estudiar la carrera de mis sueños. Me gustaría viajar en el tiempo 7 años atrás y encontrarme con aquella niña ilusionada para poder decirle que sí, que finalmente lo iba a lograr, que no era un capricho más. Que todo saldrá bien, y allá por septiembre de 2011 ya será oficialmente estudiante de Derecho.
Dicen que la universidad es la mejor etapa de la vida, y que los amigos que hagas en ella no los vas a olvidar nunca. Estoy a punto de comprobarlo. Tengo unas ganas locas de empezar con esta locura, de que me salgan ojeras a más no poder y reirme en la cara de los que me dicen que "no hay verano sin Romano".

Y que dentro de 4 años me apetezca volver a este instante para decirme a mí misma que lo he conseguido del todo. Que ha sido una experiencia inolvidable, y sonreír ampliamente al descubrir que no me equivoqué, que elegí lo mejor.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Miedo.

Es la palabra que ronda mi mente los últimos días.  
¿Miedo de qué? Pues miedo de interesarme demasiado por una persona que no debo. Miedo de volver a ilusionarme y que no vaya a ninguna parte. Miedo, porque a pesar de que alguien nuevo esté entrando en mi vida, no quiero que tú salgas. Miedo de perderte. Miedo de la conversación que tenemos que mantener sí o sí en un perído de tiempo no muy largo. Miedo de tu respuesta. Miedo de mi reacción...
Miedo de los sentimientos desordenados que tengo aquí adentro.

Porque cuando empiezo a creer que puedo sentir algo nuevo por alguien, apareces tú, recordándome lo maravillosa que sería la vida a tu lado, lo feliz que podría ser, y lo mucho que te quiero
Pero no haces nada por demostrarme si hay un mínimo de reciprociedad en todo esto... Y mi cabeza loca no hace más que darle vueltas a todo... con tus ojos como imagen fija en ella. 
Sé que tengo que dar el paso. Que debo darlo. Plantarle cara, ponerle fin a este cúmulo de incertidumbres que ha decidido invadirme sin propósito de abandonarme pronto. Y salir de dudas. Para bien o para mal. Y empezar de cero. Contigo o sin ti, pero de cero. Eliminar cualquier sentimiento no relacionado contigo... o por el contrario no sentirme culpable por interesarme en otro, incluso volcarme en él al 100%... y así intentar sacarte de mí con más facilidad. Intentar. Al menos, intentarlo... Aunque no quiera. Aunque me cueste horrores y miles de lágrimas...