Sígueme si quieres, pero recuerda que yo tampoco sé el camino...

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domingo, 29 de julio de 2012

Nos pasamos la vida esperando a que pase algo y, al final, lo único que pasa es eso: la vida. Y cuando queremos darnos cuenta, la hemos desaprovechado. No hemos hecho locuras cuando hemos tenido ocasión, y después nos arrepentimos. Los días pasan sin pena ni gloria, al igual que los meses y los años. "Hoy me quedo en casa tranquilita, no me apetece salir", y así un día y otro. Y luego piensas que quizá no compartiste todos los momentos que te habría gustado con algunas personas, entonces es cuando llega el momento de despedir (temporalmente, por Dios) a esas personas y te arrepientes de no haber perdido horas muertas a su lado, hablando de cualquier tontería, pero juntas. Y entonces te das cuenta de que ser feliz en la vida no es esperar a que pase algo, sino disfrutar de lo que te pasa todos los días por muy repetitivo que sea. Y llegas a la conclusión de que sí, puede que disfrutes de los pequeños detalles del día a día y de que en el fondo tu vida no es tan mala como crees a veces, que tienes personas que te quieren que harían lo que fuera por ti.


Pero 18 días antes de cumplir 19 años te sinceras contigo misma y admites que sigues esperando algo. Y te maldices por dentro porque sabes que, maldita sea, siempre vas a esperarlo hasta que llegue el día en el que se digne a llegar. 


Y entonces, justo entonces, algo te dice que cuando seas tan fuerte como para saber que llegará cuando tenga que llegar y que esperándolo con ansias no aceleras el proceso... es cuando aparece.

martes, 17 de julio de 2012

Somos sólo personas.

Personas que vienen y van. Personas que entran en tu vida para quedarse un rato, y otras que no se van nunca. Personas que, a pesar de irse pronto, dejan una huella imborrable. Personas que comparten contigo algo más que pupitre y clase. Personas a las que ves una o dos veces a la semana y te gustaría ver más a menudo. Personas que entran de casualidad y poco a poco te van calando muy hondo, hasta el punto de formar parte de ti. Personas a las que no encuentras cuando las buscas, y personas a las que encuentras sin buscar. Personas por las que harías mil locuras. Personas por las que llevas esperando quizá demasiado tiempo y no te atreves a dar el paso. Personas a las que nunca has visto en persona pero las aprecias muchísimo y te entienden incluso mejor que los que te rodean físicamente. Personas que se acuerdan de ti cuando les conviene. Personas intermitentes, que aparecen y desaparecen sin previo aviso. O personas que desaparecen y de repente vuelven, consiguen lo que quieren y se van. Personas que creías que eran de una manera y acaban siendo de otra. Personas que simplemente están ahí, pero que no te aportan nada en especial. Personas que han estado siempre, y sabes que nunca se irán. Personas con las que podrías estar hablando horas y personas que te aburren al minuto. Personas para las que pasas desapercibida y personas que lo pasan para ti...


Pero personas, al fin y al cabo. 



lunes, 16 de julio de 2012

CRZ

Hoy me ha dado por recordar cómo era mi vida a los pocos años de añadir una cifra más a mi edad. Las clases eran "un rollazo", por supuesto que no disfrutaba estudiando, pero lo hacía el día de antes de prisa y corriendo y la verdad es que obtenía buenos resultados. Los cambios de clase eran una constante pelea de bolas de papel y tizas hasta que un "¡agua!",o, en nuestro caso, un "¡agua, tierra, fuego!" nos avisaba de que el profesor venía de camino por el pasillo y debíamos volver a ser niños bien educados.Vivía toda la semana esperando el viernes por la tarde.

Los viernes eran mi paraíso, nos reuníamos todas en casa de la amiga que vivía en el sitio más estratégico para juntarnos con todos los demás. A veces nos íbamos a la famosa plaza roja cruzando los dedos para ver si ellos aparecían por ahí, y se nos subía el corazón hasta la garganta cuando la suerte estaba de nuestra parte y podíamos cruzar miradas e incluso palabras con ellos. Y, ¿qué decir de las fiestas de pijamas? Aún hoy recuerdo cómo me sentía con ellas a mi lado, hablando de cualquier chorrada, comiendo pizza a las 3 de la mañana, recordando "amores" pasados, ilusionándonos las unas a las otras... Si me acuerdo sólo puedo sonreír. Por no hablar a la típica amiga a la que sólo dejaban quedarse a dormir si también me quedaba yo... O las escapadas a la bolera cuando la mayoría de nuestros padres pensaban que estábamos durmiendo, para ver a los protagonistas de nuestras fantasías jugar al billar... Lo único malo de todo esto era el despertar de la mañana siguiente. Con suerte habíamos dormido 4 horas seguidas, y nuestras caras eran un vivo reflejo de ello.

Las actualizaciones en el "fotolog" contando nuestro día a día. Recuerdo una vez que pasamos todo el día (y noche) juntos, y para no olvidar ningún detalle, íbamos apuntando todo lo que hacíamos en una libretita... Y al día siguiente todos los lectores de nuestro blog podían sentirse parte de la historia.

Los llantos por el mal de amores, los cabreos tontos cuando un chico nos ilusionaba a más de una... Y comentar una de las series que más me ha marcado en mi vida, Rebelde Way. Sentir la envidia de todas mis amigas cuando los vi en directo en la firma de discos.

Los festivales de ballet con mis dos mejores amigas. Llevar bolsas de patatas ocultas entre la ropa de baile y comer entre descanso y descanso. Las clases en las que acabábamos reventadísimas de tanto bailar y pasárnoslo bien juntas...

Y así podría seguir durante horas. He tenido una infancia muy, muy feliz. Y unas amigas inmejorables a mi lado. Ahora las miro... y siento demasiadas cosas a la vez. Nostalgia, porque muchas ya no son lo que eran. De hecho, algunas ni siquiera cruzan más que un simple "hola" conmigo cuando nos vemos por la calle. Por suerte, con otras mantengo un poco más de contacto... Pero también siento felicidad, porque a pesar de que ahora estemos distanciadas, ellas me hicieron muy feliz, y siempre las recordaré. Me gustaría reunirme con ellas alguna vez, y hablar de lo que fuimos, de lo que nos hemos convertido y que por unas horas todo sea como siempre. Aunque después cada una volviera a su vida y no volviéramos a vernos en meses... Pero de verdad que me gustaría darles las gracias por esos años y por tanto cariño.

Esta entrada va dedicada para mis 3 mejores amigas de la infancia. Que sepáis que me sigo acordando de vosotras, y mucho. Que tengo un anillo con tres letras que me recuerda todo lo que un día fuimos. Nunca os olvidaré, siempre seréis mis CRZ.

lunes, 9 de julio de 2012

Y todo lo demás, está de más.

Tardamos demasiado tiempo en aceptar que lo verdaderamente importante está tras la piel.

A veces me gustaría gritarlo a los cuatro vientos. Escribírselo en la frente a toda esa gente que va por la calle con una carcasa que ellos mismos se han fabricado. Que a la hora de la verdad, el estuche es lo de menos. Que lo que de verdad importa es el interior. Y estoy segura de que lo que vemos por fuera, poquísimas veces se corresponde con lo que hay dentro.

Pero, en fin, ¿qué más da, no? Vivimos en el mundo de las apariencias... Donde si te sonríen de frente, son tus mejores amigos y si te dicen la verdad a la cara por tu bien, son los malos de la película.

Y así vamos.

viernes, 6 de julio de 2012

Paciencia, divina ciencia

Siempre me he definido como una persona paciente, y creo que de hecho tengo mucha paciencia. No me desespero fácilmente y puedo esperar una eternidad si sé que al final voy a conseguir lo que quiero.

Pues así llevo los últimos años de mi vida. Más concretamente, dos años, cuando vi que todo lo que quería se esfumaba. Durante estos dos años,  he esperado lo inesperado, sin desesperar. He intentado distraerme con otras cosillas parecidas (pero que en el fondo no le llegan a la suela de los zapatos a lo que realmente quiero), pero siempre mantenía la esperanza de que algún día sería mío. Hace pocos meses, volvió. Y me puse más feliz que una niña pequeña con unos zapatos nuevos. Hasta aquí todo sería perfecto, pero hay un pequeño gran problema. No sé qué hacer para tenerlo, para alcanzar el objetivo que siempre he querido y que siempre he visto mío. Necesito un mensaje, una señal... o un golpe de suerte. Porque si no, tarde o temprano volverá a irse. Y algo me dice que más temprano que tarde.

miércoles, 4 de julio de 2012

Toc, toc. Golpeo la puerta blanquísima que tengo frente a mí, aunque no tengo ni idea de qué esconde tras ella. Toc, toc. Vuelvo a golpear. Esta vez, se abre un poco tras el roce de mis nudillos. La empujo levemente hasta que la apertura me permite ver algo. Rojo. Sólo veo rojo. Siento una mezcla de miedo y curiosidad. Durante unos segundos, ambos sentimientos se enfrentan en mí, pero el último gana la batalla. Entro. Paredes rojas con palabras escritas en ellas. Intento leer alguna y descubro cosas como nombres propios de personas importantes en mi vida, letras de canciones que forman parte de mí e incluso veo alguna que otra imagen de los momentos más significativos que he vivido. Y más puertas. Muchas tienen un cartel que dice "permanente", mientras otras señalan "temporal" o "reservado".


Entro en una de las permanentes. Una sala blanca se abre frente a mí. Las paredes están llenas de fotografías de mis familiares, y algún que otro amigo. Así que estos son los que se van a quedar siempre, pienso. Salgo de la sala, satisfecha con el resultado encontrado y me entra curiosidad por ese gran RESERVADO que me llama desde el fondo del pasillo central. La puerta está cerrada con llave. Aquí debe de haber algo muy importante. Para mi alegría, encuentro la llave a escasos metros. La cojo y la introduzco en la cerradura. Esta sala es mucho, muchísimo más grande. Parece estar dispuesta a llenarse de momentos y de historias, pero por ahora las paredes están vacías. Sin embargo, hay alguien dentro. Sentado de espaldas a mí. ¿Quién eres?, grito. No responde. Ni siquiera parece haberse percatado de mi presencia. Avanzo hacia él, pero su voz me detiene: aún no es el momento. Intento encontrar algo familiar en su voz, pero es inútil, no la reconozco. Estoy preparada, insisto. Pero no puedo avanzar, una fuerza sobrenatural me lo impide. Empiezo a sentir impotencia, mis ojos se llenan de lágrimas y estallo en un llanto inconsolable. Soy consciente de qué es lo que tengo delante, pero el no poder ponerle cara ni nombre, me supera. ¿Sabes? A menudo pensamos que estamos preparados para un gran cambio en nuestras vidas cuando en realidad no es así. Pedimos con tanta fuerza lo que anhelamos, que se nos concede antes de tiempo. Y luego acaba mal. Al recibirlo de manera anticipada no sabemos valorarlo y nos aburre. Nos cansamos y lo desperdiciamos. Por eso es bueno esperar para las cosas verdaderamente importantes. Tú misma no eres capaz de saber cuándo es el momento. Deja que quien maneja todo esto decida por ti, porque lo hará de la mejor manera posible. Disfruta del camino sin centrarte demasiado en la meta y cuando menos lo esperes... llegarás a ella casi sin darte cuenta. 


Y de repente, me despierto. Con un dolor punzante en el lado izquierdo del pecho, como si alguien hubiera invadido el centro de mis sentimientos. Sin saber muy bien qué significa lo que he vivido hace unos minutos, me levanto de la cama con una sonrisa imborrable. Y con la certeza de que nada ni nadie me va a impedir disfrutar de cada paso que dé en mi camino, y, al fin entiendo que, ésa es la verdadera meta. La otra... llegará cuando tenga que llegar.