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martes, 25 de enero de 2011

Frío. Hacía mucho frío. Era casi de noche y una lágrima se deslizaba por mi mellija. Entonces llegabas tú. Me mirabas a los ojos y lloraba aún más. Pero esas lágrimas tenían un sabor diferente al llegar a la altura de mis labios. El tiempo se paraba y sólo estábamos los dos. ¿Qué importan los demás? Veía en tus ojos el reflejo de los míos. Las lágrimas se mezclaban con mi sonrisa y a ese revoltijo de sentimientos se unía tu inconfundible risa. Era feliz. Lo era como nunca antes lo había sido. Te abracé con toda la fuerza que mi cuerpo era capaz de darme en ese momento y supe que ya nunca jamás iba a soltarte.


Hoy, he vuelto a soñar contigo. Y por más explicaciones que le pido a mi corazón... sigue sin dármelas. O se está riéndo de mí, o mi subsconciente quiere prepararme para lo peor...

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