Si hay algo en lo que creo a ciegas ahora mismo, es en el título de esta entrada. Creo sinceramente que lograrlo, es una de las mejores cosas que te pueden pasar en la vida. Estamos acostumbrados a oír a la gente quejarse de cuánto trabajo han tenido a lo largo del día, o maldecir los lunes por la vuelta al lugar de trabajo. ¿De verdad merece la pena vivir así? Supongo que a veces sí, que a día de hoy no están las cosas como para dejar escapar un trabajo, por muy poco que te guste.
Pero yo sigo creyendo en no conformarse con trabajar en algo, sino que hay que buscar la realización personal en todo lo que hagamos en nuestra vida. Si no disfrutas con lo que haces profesionalmente, es como si de 24 horas que tiene el día, sólo vivieras la mitad. Y vivir media vida tiene que ser muy triste.
Soy consciente de que no todo el mundo tiene las mismas posibilidades, y no todos tienen la posibilidad de vivir de su pasión, o incluso quizá ni siquiera puedan tener la oportunidad de intentarlo. Y precisamente por eso, valoro como nadie mis posibilidades. El regalo que un día me hicieron de cumplir mi sueño y poder llegar a sentirme completamente realizada el día de mañana; tanto personal como profesionalmente. Y no me importa quedarme dos, tres, cuatro noches (o las que sean necesarias) delante de un libro para conseguir mi meta. Habrá épocas en las que las fuerzas desaparezcan y el entusiasmo me abandone, pero sé que pronto vuelven, porque siempre están conmigo.
Hace unas semanas, un profesor se nos presentó hablando de las dos cualidades que más valora en sus alumnos: codos y voluntad. Esas dos palabras se grabaron en mí a fuego, y desde entonces no dejo de pensar en ese día, en cómo me sentí al oírlas y en cómo me sigo sintiendo aún hoy recordándolas. Ese mismo profesor, días más tarde, nos citó un proverbio árabe o chino (no lo recordaba muy bien, cosas de la edad), que decía lo siguiente: Los cuervos vuelan bajo y en bandada; el águila vuela sola y bien alto. A continuación nos preguntó si queríamos ser cuervos o águilas. Y entonces entendí, entendí muchísimas cosas. Entendí que los días enteros de encierro en soledad tienen un motivo y una recompensa. Entendí que he sido cuervo durante mucho tiempo, y que ha llegado el momento de convertirme en águila. Leyendo esto me pregunto si a mi profesor le pagarán en realidad por motivarnos, y las clases de Derecho Administrativo no son más que una tapadera... Sea como fuera, agradezco enormemente la casualidad de que se haya cruzado en mi camino. Pero la casualidad no existe, o al menos eso he oído innumerables veces (y yo me lo creo), así que supongo que alguien me ha hecho un guiño mandándomelo a mi vida.
Porque tengo pocas certezas en mi vida (desgraciadamente), y una de ellas es que quiero convertir mi pasión en mi profesión. Y, ¿sabéis qué? Voy a conseguirlo.
(Creo que es la primera vez que dedico una entrada entera a hablar tan profundamente de mis inquietudes académicas y profesionales. Será que se nota el paso del tiempo. Me estoy haciendo vieja demasiado joven.)
La frase del cuervo y el aguila me ha llegado. Mucho. Gracias.
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