Cuando me quedan exactamente 13 días de clases de primero de carrera, necesito hablar sobre ello. No es que me sobre demasiado tiempo como para estar aquí con reflexiones filosóficas, pero es algo que considero necesario.
En primer lugar, como ya he dicho muchas veces, me siento muy muy afortunada de estar cumpliendo mi sueño. Sé que es algo que no todo el mundo puede permitirse (y menos ahora como están las cosas), y por eso doy gracias a todos los que lo hacen posible. He aprendido a valerme por mí misma, a ser un poco más independiente y a ser consciente de que llegar a donde me propongo sólo depende de mí. De mis ganas, mi fuerza de voluntad y mi trabajo. Y me encanta.
Lo único que puedo decir ahora mismo es que, cuando no encuentro las ganas, es suficiente echar un vistazo atrás, al curso pasado. Recordar todo el esfuerzo del que precisé para llegar hasta aquí y saber que no fue en vano. Que estoy donde siempre he querido. Éso me da fuerzas. Me da muchas fuerzas para seguir adelante, para seguir esforzándome con todas mis ganas y con todo mi corazón. Porque cuando haces algo de corazón, no sólo cuesta menos, si no que, además, la recompensa es mayor.
El curso ha pasado muy rápido. Lo he disfrutado lo mejor que he podido y sabido. En menos de tres semanas, estaré jugándome todo un cuatrimestre en seis exámenes. Y ahora es cuando realmente tengo que apretar. Demostrar que valgo para esto. Y lo voy a hacer, por supuesto que lo voy a hacer.
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