Tardamos demasiado tiempo en aceptar que lo verdaderamente importante está tras la piel.
A veces me gustaría gritarlo a los cuatro vientos. Escribírselo en la frente a toda esa gente que va por la calle con una carcasa que ellos mismos se han fabricado. Que a la hora de la verdad, el estuche es lo de menos. Que lo que de verdad importa es el interior. Y estoy segura de que lo que vemos por fuera, poquísimas veces se corresponde con lo que hay dentro.
Pero, en fin, ¿qué más da, no? Vivimos en el mundo de las apariencias... Donde si te sonríen de frente, son tus mejores amigos y si te dicen la verdad a la cara por tu bien, son los malos de la película.
Y así vamos.
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