Yo no te elegí a ti. No estabas en mis planes. De hecho, mi plan era que tú me ayudases a buscar a mi príncipe azul, como siempre habías hecho. Es cierto que jamás dudé que quería que formaras parte de mi vida para siempre, pero no así.
Yo no elegí pensar en ti todas los días nada más despertarme. Ni que fueras la última persona con la que hablo antes de irme a dormir, para así acabar el día con una sonrisa en la cara.
Tampoco elegí permitir que tus ojos me hipnoticen cada vez que se encuentran con los míos. Y mucho menos que mi boca dibuje sonrisas sólo con oír tu nombre.
No elegí que mi corazón se pusiera contento cada vez que un recuerdo tuyo me viene a la mente, ni que mis mejillas se ruboricen cuando te veo.
No. Yo jamás elegí que fueras tú quien me convirtiera en mejor persona. Quien me hace ver la vida con otros ojos.
Nunca se me pasó por la cabeza que serías tú quien le diera sentido a los poemas de amor que tantas y tantas veces he leído a lo largo de mi vida.
Yo no quería, no tenía intención de que ésto pasara... Todo esto lo has conseguido tú solito. Y yo no quería o no podía verlo. Hasta que un día no me quedó más remedio que ser sincera conmigo misma, y aceptar lo que todo el mundo a mi alrededor sabía antes que yo. Que sí, que no te elegí... pero que no podía negar por más tiempo que me habías devuelto las mariposas en el estómago.
Y, ¿sabes qué? Puede que no te eligiera, pero... eres la no elección más bonita que he tomado nunca.